lunes, 5 de noviembre de 2007

III.

No nací queriendo ser una punta más en el triángulo de las relaciones. Yo quise ser siempre la Thalia mexicana, dueña de mil corazones pero presa por uno solo; pero las cosas no siempre son como uno las planea y llegó el día en que creyéndome enamorada, quise ser infiel.

Esa sed de novedad tiene sus propios motivos, pero el agua para saciarlo sí fue parte de una meditada selección: en quién puedo confiar si quiero que guarde silencio? quién puede asegurarme que no se enamorará de mí y no modificará mi forma de sentir? Quién más que él: dueño de un corazón ajeno, de un corazón que no es ni será el mío.

Y así fue como empecé a explorar de cama en sofá y de alfombra en cuarto de hotel, volviéndome una adicta al que no me quieran y al no querer, pero encontrando en cada uno de ellos lo que necesitaba en ese momento, el beso nuevo, la mirada científica que espera un descubrimiento y la explosión en esos espacios ajenos que no eran de nadie, con las justas eran míos... y no estaba dispuesta a compartirlos.

Por ellos.

3 comentarios:

Ms. M dijo...

Aunque no comparto contigo la curiosidad por la infidelidad...

Si sé lo que es compartir sin querer hacerlo...
Sé lo que es ser la otra sin quererlo...

Y al final sabiendo...

Beso,

girasolesyculebras dijo...

Hola...no sabes cuanto me alegra haberte encontrado. Creo que tenemos mucho en común. Me capturó tu sinceridad descarnada. Te seguiré leyendo.

Catársis dijo...

Pues si. Cuando quieres huir del compromiso crees que el just sex es el camino. Y la única forma de garantizar que esa persona no se comprometa contigo, es que esté comprometido con otra persona. Así suele ser la vida.