miércoles, 7 de noviembre de 2007

IV

Hoy jugaremos a las escondidas.
Tú te esconderás bajo tus sábanas, yo debajo de ti.

Hoy jugaremos a que somos el uno del otro.
Luego dirás chepi-bola
Yo me la corto
La despedida de lado

Hasta otro día

lunes, 5 de noviembre de 2007

III.

No nací queriendo ser una punta más en el triángulo de las relaciones. Yo quise ser siempre la Thalia mexicana, dueña de mil corazones pero presa por uno solo; pero las cosas no siempre son como uno las planea y llegó el día en que creyéndome enamorada, quise ser infiel.

Esa sed de novedad tiene sus propios motivos, pero el agua para saciarlo sí fue parte de una meditada selección: en quién puedo confiar si quiero que guarde silencio? quién puede asegurarme que no se enamorará de mí y no modificará mi forma de sentir? Quién más que él: dueño de un corazón ajeno, de un corazón que no es ni será el mío.

Y así fue como empecé a explorar de cama en sofá y de alfombra en cuarto de hotel, volviéndome una adicta al que no me quieran y al no querer, pero encontrando en cada uno de ellos lo que necesitaba en ese momento, el beso nuevo, la mirada científica que espera un descubrimiento y la explosión en esos espacios ajenos que no eran de nadie, con las justas eran míos... y no estaba dispuesta a compartirlos.

Por ellos.

II.

De niña, mis papás compraron mi casa de la Barbie de tres pisos. Llenaba esos tres pisos con cuartos, cocinas y divertidas terrazas. Jugaba sola, por lo que las voces y soundtrack se llevaban en mi cabeza. Mi colección de barbies fue grande, pero mis padres no repararon en una cosa: un solo ken.

A falta de hermanos, no había un giJoe que haga las veces del amado de mis muñecas, por lo que uno debía repartirse entre todas. Y así fue.

Confieso haber explorado el sexo con mis muñecas. Sin saber cómo debía sentirse, ellas eran las que cumplían mis fantasías con su rubio compañero. Ellas eran las asediadas, las observadas, las envidiadas. Ken llegaba y las saludaba, conquistándolas con su adorable sonrisa. Todas morían por él, y él moría por todas. La más linda era siempre la buena, la de pelo marrón era siempre la que entraba después, con las palabras adecuadas, distraía al buen mozo de sus faenas de buen señor, y lo encamaba en su lecho matrimonial. Eso sí: él siempre encima, porque en ese entonces, para mí no existía otro formato de cópula, tampoco palabras como tirar y follar y “hacer el amor” era demasiado complicado. Just plain “sex”.

De esta manera, el concepto de La Otra fue entrando a mi vida, pero no calaba de la misma forma que una Talía mexicana, la más amada y la que más se enamoraba. La que yo quería ser.

I.

Antes, yo también pensaba que el amor era el mejor de los sentimientos. Enamorarse podía resultar ser la montaña rusa de las sensaciones, la esencia pura del ser humano… simplemente increíble. Al mismo tiempo, nuestras primeras referencias del amor eran las telenovelas mexicanas, el cine en Casablanca (en donde siempre tendremos Paris), el odio, la tristeza y el rencor (pues si no hay conflicto en una novela, entonces no tiene sentido, no?) y la eterna presencia de La Otra. Aquella maldita, hija de puta, puta misma ella que se empecina en robarle a la hermosa enamorada el hombre de su vida, ya sea por odio puro o por un falso amor no completamente correspondido. Pasión pura gira alrededor de La Otra, deseos y fantasías que sólo ella puede cumplir. El papel de La Otra, es el más codiciado, al mismo tiempo que el más solitario. ¿Quién te va a querer una vez que todos sepan quién eres, qué hiciste?

Por esa La Otra debe ser anónima.

Pero siempre llega el día en que nos confesamos y no necesariamente porque dejaremos de serlo, simplemente porque queremos. Hoy me provocó crear un blog.